Por Marco Sifuentes PERU 21
Imagínese, despreocupado lector dominical, que existiera un impuesto a la papelería. Un impuesto que encareciera el papel porque, potencialmente, cada hoja que usted compra podría terminar como insumo de un libro pirata o de, esto también es ilegal, la fotocopia de un libro no autorizada por la editorial. No importa que el destino real de ese papelito sea convertirse en lienzo para los trazos con crayón de su hijo de cinco años, no, no, de todas formas usted paga tributo.
Pues bien, en el Perú existe eso mismo, sólo que no para el papel pero sí para CDs, DVDs, USBs, reproductores de MP3, teléfonos celulares, discos duros y cualquier otro nuevo soporte digital. El quid del asunto se llama "compensación por copia privada", pero en España (donde la polémica al respecto es encendida y constante, revisen www.todoscontraelcanon.es) se le conoce como "canon digital".
Aunque la ley del canon digital se aprobó en el Perú en el 2003, aún no se ejecuta por falta de reglamentación. El año pasado las entidades de gestión colectiva (entre ellas la APDAYC, presidida por Armando Massé, y la UNIMPRO, que asocia a la Sony, Universal, Rosita Producciones, Mega entertainment y otras productoras) propusieron un tarifario para gravar "una compensación ciega por aquellos equipos que tienen la capacidad para almacenar y reproducir videogramas o fonogramas" (ver montos y más detalles legales en blawyer.org).
Por suerte, en abril de este año, como reveló elmorsa.pe, el Indecopi negó la solicitud de registro del tarifario por razones más formales que de fondo (problemas internos entre los gremios que presentaron la proopuesta). Un pequeño retroceso para el canon digital que no significa, ni mucho menos, que esta historia haya terminado. En sus columnas de La República, el señor Armando Massé, ex joven promesa de la Nueva Ola y sempiterno presidente de la APDAYC, ha defendido el canon digital argumentando que las voces en su contra vienen de las "empresas" que "quieren seguir creciendo y enriqueciéndose a costilla (sic) de terceros".
Lo que Massé ignora o pretende ignorar es que, como cualquier lego sabe, aunque el canon sea gravado a las empresas que comercializan los satanizados dispositivos digitales, la carga del cobro extra se repartirá también entre nosotros, los consumidores. La empresa nunca pierde, pues.
Por si no fuera suficiente, Massé también ha celebrado una sentencia de un jurado en Minneapolis, Estados Unidos, que sanciona con una multa de dos millones de dólares a una ciudadana norteamericana que compartió 24 canciones en Internet. "Me pregunto si puede existir en mi país un juez valiente y conocedor de la materia así como un funcionario del Indecopi que asuma su rol para enviar claras señales a los cientos de infractores y delincuentes que lucran con la propiedad privada de miles de autores, compositores, interpretes, músicos y productores fonográficos de nuestro país", canta Massé.
Sin embargo, es muy diferente la actividad de un productor de discos piratas, que efectivamente lucra con material ajeno, de la de un ciudadano particular que decide compartir una canción al mundo a través de las redes. Es como si se estuviera criminalizando el viejo cassette en el que los chicos de antaño copiaban lo mejor de su música para regalárselo a un amigo. Es lo mismo, sólo que esta vez todo el mundo es tu amigo y, a la vez, tu público. Yog Sototh, del blog Cholorock, le responde al nuevaolero: "El señor Massé al parecer nunca ha bajado una canción mediante Internet. (...) La respuesta de la industria musical frente a este nuevo escenario debe ser el cambiar su modelo de negocio y no reprimir una situación inédita en la que propuestas músicales pueden llegar a públicos nunca pensados, muy diferente a la época en la que tenían que esperar a que una disquera los "descubra"."
Tanto el canon digital como la criminalización de la copia sin fines de lucro son manotazos de ahogado frente a la verdadera nueva ola: toda esa producción cultural generada gracias a las nuevas tecnologías. Convendría que Massé busque en Google la conferencia en TED Talks de Lawrence Lessig, catedrático de Derecho en Stanford y fundador de Creative Commons. Le ahorramos el trabajo: está aquí abajito. Se trata de una explicación sumamente sencilla de cómo nunca antes la cultura estuvo más alcance de cualquiera. Mejor aún: ahora cualquiera puede apropiarse de la cultura, transformarla, producir creaciones originales, difundirlas por todo el mundo para que cualquier otro se apropie de ella y vuelva a iniciarse el círculo. Ésta es la verdadera nueva ola. Resistirse a ella sólo es garantía de terminar revolcado.
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