Por: Blas Loredo Romero
La historia de Don Alfredo Cavero, un excelente lateral que tenía el Sporting en esa época (y que incluso formó parte de la Selección Nacional). En esa época era costumbre que para las pre-temporadas llegasen al Perú excelentes equipos del mundo, y los equipos peruanos se reforzaban con jugadores de distintos equipos del medio para afrontar estos encuentros. Universitario siempre “pedía prestado” a Don Alfredo, pues el propio “Lolo” Fernández lo solicitaba, dado que su mejor cualidad eran los centros precisos que éste hacia. Pero fueron tantos los “préstamos”, que los cremas se interesaron en contratarlo, así que lo comenzaron a tentar continuamente. Cavero le contó a Don Blas acerca de estos acercamientos, dado que no solo era su Presidente, sino también su padrino de matrimonio. Conocido esto, y para evitar las tentaciones, Don Blas inmediatamente se llevó a Cavero a Pativilca a la casa de su hermano (Don Miguel Loredo), permaneciendo el futbolista ahí por varios días, hasta la fecha en que se cerraba el libro de pases. Ese mismo día Don Blas se fue Pativilca, recogió a Cavero y llegaron a Lima minutos antes de cerrarse el libro de pases, firmando nuevamente por el Sporting Cristal (vinculación que, además, duró hasta el momento de su retiro). Paralelamente a todo esto, los dirigentes cremas buscaban a Cavero desesperadamente por Cañete y Chincha, pues Don Blas había hecho correr la voz que el buen Don Alfredo estaba por esos lares.
Lamentablemente llegó el año 1959 y, como consecuencia de su enfermedad cardiaca, a Don Blas le prohibieron sus clásicos cigarros, el trago, y lo peor de todo para él: no poder ir al estadio a ver a su querido Sporting, no pudiendo ni siquiera oír los partidos por la radio, pues no podía tener ningún tipo de emoción fuerte. Me cuenta mi viejo que en esos años, cuando escuchaba los partidos del Sporting por la radio, tenía que hacerlo encerrado en su cuarto por indicación de mi abuela y que Don Blas, como un chiquillo malcriado, se le presentaba en la puerta en silencio, para que mi abuela no lo descubriera, para preguntarle por el desarrollo de los encuentros.
Falleció el 06 de abril de 1963, dejándonos una herencia invalorable: el cariño eterno a este Club y el amor incondicional a la gloriosa Celeste.
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