Contaban los más antiguos en mi pueblo natal de Imperial (Cañete) que a inicios del siglo pasado, cuando álguien caía muy enfermo solía ser costumbre que los familiares y amigos se reunieran alrededor de la habitación del paciente para ayudar con sus rezos a su mejoría. Entonces cada vez que se escuchaba tocar la puerta había un grato indicio de saber que había uno más para el rezo con la fe que a más multitud se ayudaba mejor a conseguir la gracia celestial. Si el enfermo sanaba entonces todos se confortaban de haber ayudado en la gran tarea, pero si el paciente pasaba a mejor estancia, entonces simplemente se consolaban diciendo “fue la voluntad del señor”.
Recordaba esto porque en el campo vamos viendo a muchas instituciones gubernamentales y no gubernamentales que desde hace algunos lustros vienen desarrollando programas de “fortalecimiento de capacidades” en los agricultores de las regiones más pobres, esto bajo la premisa que es necesario dotar al pequeño agricultor de conocimientos, habilidades y destrezas que le ayuden a mejorar su nivel de vida.
Sin embargo muchos agricultores que han sido beneficiados por varios años con estos programas continúan con baja productividad y baja calidad de su producción. Probablemente cada uno recibe, monetizado, USD 1000 dólares al año de intangibles (asistencia técnica, capacitación, pasantías etc.) pero ni siquiera cuentan con insumos preventivos para asegurar la sanidad del cultivo.
Desde hace muchos años se viene fomentando las capacidades, pero no se hace mucho por mejorar la capacidad de riego de las plantaciones o por ayudar a generar mecanismos de mercado que ayuden a los agricultores a financiar sus costos de producción. El Banco Agropecuario, por ser estatal, ligado a un solo subsector (pequeña y mediana agricultura) y con limitaciones de patrimonio no es una alternativa sostenible para ayudar al financiamiento del agro, reitero que mucho mejor seria convertirlo en un fondo de garantía para así potenciar los créditos de la banca privada en el agro.
“Hay que empezar por la concientización y capacidades del agricultor” parece haber sido la premisa válida en el diagnóstico de muchas instituciones, pero ahora se hace cada vez más necesario lo tangible: concentrar esfuerzos y llamar la atención de los presupuestos públicos al desarrollo de infraestructura de carreteras, caminos, canales de riego, seguros y fondos de garantía para el financiamiento.
Necesitamos mayores músculos para un agro competitivo, ya vamos muchos años con puro desarrollo de capacidades (que no deja de ser importante) pero debemos ser más incisivos en lo demás como potenciar el Programa de Compensaciones para la Competitividad (DL 1077) aumentando el presupuesto y con una mayor convocatoria. Caso contario cada nuevo programa aislado de asesoría será como cuando antiguamente llegaba “uno más para el rezo’.
Angel Manero Campos
Columnista
Agencia Agraria de Noticias
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