9/12/2010

ELOY JAUREGUI SE DECLARA FAN DEL CURRUÑAU Y PROPONE SE PRESENTE EN EL PROXIMO MISTURA

PARA COMERTE MEJOR

Por Eloy Jáuregui - LA REPUBLICA


Hoy es el Día del Gato. En La Quebrada, aquel villorrio del distrito de San Luis, en Cañete, donde se festeja a Santa Efigenia, una virgen negra en los altares de una capilla quemada por la fe de los viandantes.

La festividad reúne a los mejores ‘gatólogos’ del país. Gourmets, chefs y cocineristas especializados en la trata de la carne del gato celebran el imaginario nacional en el tema del yantar místico.

Llegados de todos los confines, donde la carne de minino es un manjar, se compite con potajes como estofado de gato, gato al maní y hasta gato broster.

Cierto, la agrupación de gentiles de Animales Libres de Crueldad y Opresión (ALCO) todos los años pone el grito en el cielo.

En zarabanda llegan hasta aquella villa del Señor con bombos y platillos, pero no pueden impedir que una masa de fanáticos de los bocados mágicos del felino se atraganten con las presas y mejunjes que ofrecen manos curtidas en el adobo de las carnes magras de aquellos pícaros morros, criados especialmente para terminar en un plato y que provocan con sus tajadas y lonchas verdaderos aquelarres en la turba de convidados, que terminan atacados de un delirio similar a los provocados por los llamados psicotrópicos fuertes.

He comido gato desde mi niñez.
Allá, en la tercera cuadra de la avenida Luna Pizarro, en La Victoria, en el almacén de don Abraham Falcón, el mejor fabricante de guitarras del Perú, el seco de gato fue mi perdición y mi valor añadido para el orgullo de mi padre.

Luego, con Carlos “Chino” Domínguez, Arturo “Zambo” Cavero y don Alberto Romero, entre valses y panalivios, deglutíamos las tronchas maceradas en aguardientes alquímicos acompañados por el jugo de tablón, un tentempié a base de chuchuhuasi y cañazo quirúrgico.

¿A qué sabe el gato?

A pollo viejo con un toque de chivo adolescente. Se come gato techero –cazado a medianoche– y no gata.

La pareja del minino es hembra venenosa para los males bajoventrales. Impide la erección y mata poco a poco el sumo de los capachos.

Un personaje como el viejo “Mil quinientos” aseguraba que una vez, enamorado, le dieron gata por liebre, y que sintió que miraba para adentro y una extraña picazón lo invadía en su invicta quebrada entre sus nalgas.

“Guarda ahí”, gritó, y si no fuese por que era fanático de “Manguera” Villanueva hubiera terminado ‘pintado’ en la cuarta cuadra del jirón Huatica, en el lupanar llamado “Las mariposas del gustazo”.

Pero allá, en La Quebrada, donde hoy los alaridos y los potajes con las chuletas del gato provocarán una algazara propia de las orgías del godeo, entre gourmets y huéspedes, solo se continuará una vieja tradición que se cultiva de Tumbes a Tacna y en la que un selecto jurado trejo en estos asuntos de la jama premiará al mejor preparado, sea en punto de caramelo o añejado en chichas pasmosas.

Yo tengo mi favorito: escabeche de gato al pisco acholado, pero esa es mi opción. Y ya sé, estimados lectores, que ustedes se preguntarán por qué el fricasé de gato no participa en el festival Mistura.

Temo decirlo. Por la misma razón por la que algunos votarán por Lourdes Flores, es decir, por la melancolía del desuso, como bien decía el poeta Paco Bendezú, tremendo ‘gatólogo’.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡protejamos a los gatos! ¡ELIMINEMOS A LOS TOROS!