Dabas
vuelta a la hoja y de repente, frente a tí, como por arte de magia
aparecía un hermoso castillo de ensueños , asombroso efecto que hoy
llamaríamos simplonamente 3D. En algunos casos, exquisitos hallazgos,
nos permitían mover una pestaña y veía cómo los personajes cobraban
vida, una puerta se abría, tras una ventana el día se volvía noche. Y
entonces la lectura era una delicia.
Esa es la biblioteca
de Cañete que recuerdo, donde todos hablaban bajito y uno podía esperar
y esperar sin sentir el tiempo hasta que papá decía ya vamos a casa. A
mis hijos, hace unos años atrás trate de inculcarles el amor por ese
santuario pero la magia no existía más. Se había perdido junto con esos
libros el rumbo.
Hoy en el Día Internacional del Libro Infantil
y Juvenil es el momento de proponernos a recuperar estos espacios en
donde fantasía, imaginación eran trasmitidos a través de la lectura.
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