12/04/2006
Memorias Urbanas: Juego fatal
El 13 de noviembre último ingresé al mundo del periodismo radial (Radio Imperial, “Programa “La Voz de Cañete”, a horas 7.00 a.m.). A las pocas horas, sin embargo, mi alegría se ensombreció y trastocó en sorpresa, envuelta de indignación, cuando colegas de mi promoción (a quienes había invitado escucharme) me reclamaron porque había ingresado -según sus pareceres- al mundo de la corrupción.
Esta es una opinión lamentable que al parecer se ha formado y alimentado a raíz de la toma de posición de varios medios de comunicación. Siguiendo las recomendaciones de estos amigos, me pongo a revisar las últimas publicaciones y -efectivamente- algunas revistas y periódicos de Huacho y de Cañete, promocionan con carátula in extenso a determinado candidato dándolo por ganador, en una clara publicidad pagada pero que pasa como “noticia”. Increíble.
Reviso los archivos radiales y televisivos y encuentro campañas al parecer orquestadas en la que machaca, día y noche, una supuesta corrupción de un solo candidato. ¿El resto?. Unos angelitos. ¿Fobia, “antis” o sencillamente alguien paga para destruir determinada figura?.
Más lectura: cobardes y vergonzantes volantes anónimos; también llamadas telefónicas de solapados enemigos políticos llamando a la radio (utilizando a terceras personas) escondidas en el anonimato lanzando improperios, palabras soeces, denigrando a ciertos candidatos o utilizando documentación para convertir en escándalo lo que tal vez sea una nota de menor cuantía, pero que truena y afecta la vida y honra de quienes caen en las garras de sus autores, que, con la complacencia del periodistas logran cerrar el circulo de infamia maquinado por los autores.
Pero la guerra no sólo es entre políticos y sus francotiradores. También se arremete contra otro periodista sólo por no pensar igual o porque le pagaron más una misma propagando o una función realizada. Ni que hablar cuando se trata de ciudadanos indefensos, generalmente imposibilitados de utilizar los mismos medios de comunicación, víctimas de algunos mercaderes de conciencias, de la honra y de la moral.
Es cierto que en nuestro país la única actividad profesional que no requiere estudios universitarios ni colegiación para ejercerla es el periodismo. Así, cualquier ciudadano (como en mi caso) tiene derecho a contratar su espacio periodismo, radial o televisivo o imprimir su propia periódico. Sin embargo este derecho constitucional está lindando con lo delincuencial, cuando no en la huachafería. Es así que hasta los delincuentes, narcotraficantes y cuanta laya de lumpen puedan existir, tengan la posibilidad de contar con un medio de comunicación que sirva a sus propios fines y llamarse pavorosamente “periodista”, captando oyentes, lectores o televidentes con mucha facilidad utilizando les estilo de la chismografía barata, el adjetivo ponzoñoso, cantinflesco o la palabra chabacana.
Lo cierto que ya estoy en la tempestad y espero aprender todo lo contrario de lo que aquellos amigos de buena fe me lanzan al rostro. Me esforzaré por superar mis propias limitaciones e imitar a quienes no usan la pluma como una vulgar chaveta. Estoy convencidos que no todos caen en este supuesto.
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