8/05/2007
CRONICA DEL APOSTOL DE LA MUERTE EN CAÑETE
Autoridad. Autoridad,era lo que Pedro Pablo siempre quiso. Pues con autoridad, que para el habría sido sinónimo de poder y fuerza, habría impedido perder la inocencia tan violentamente a manos de su propios hermanos a los 4 años de edad.
Desde entonces, Pedro Pablo buscó con desesperación ese poder. Primero para acallar las voces de sus compañeros de aula que ya por entonces le gritaban asesino al enterarse que había dado muerte a un perra preñada, entre otros animales. Nadie entendía su búsqueda.
¿Eran las sagradas escrituras la vía de escape de esta incomprensión que sentía? Supuso que sí. No por algo sus nombres y su primer y original apellido, Mesías, estaban inscritas en ella (mayor ya ese apellido lo cambio por Nakada para poder emigrar al Japón donde trabajaban sus hermanos). La voz de Dios que por entonces ya escuchaba le confirmó su predestinación.
Ni el ejército comprendió su búsqueda de autoridad, pero en el poco tiempo que estuvo en el supo aprovechar sus enseñanzas. Era tan fácil exterminar a los enemigos de Díos. Y a los 17 años empezó su apostolado de muerte en Cañete, matando de un disparo a Genaro Hen Yang, un agricultor de Mala quien lo sorprendió robando sandías.
En los siguientes 13 años más de 15 víctimas (comprobadas hasta ahora), entre drogadictos y homosexuales, fueron víctimas del Depredador que cazaba entre Lima y Huaral, donde finalmente fue detenido a sangre y fuego a finales del 2006.
Hoy, Pedro Pablo Nakada Ludeña, el sicópata, el Mesias, ha sido declarado inimputable, enfermo mental y sin remordimientos espera terminar sus días en un manicomio, burlando esa autoridad que tanto buscó y efímeramente halló.
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